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OPINIÓN

5 libros ideales para apreciar la obra de Allen Ginsberg y la Generación Beat

El autor estadounidense, figura clave de la poesía en el siglo XX, murió en 1997 a los 70 años. En esta nota se abren puertas de entrada para ingresar a su cosmovisión y la del grupo literario que compartió con Jack Kerouac y William Burroughs entre otros.

Hay una frase atribuida a Allen Ginsberg que lo pinta a él y a su troup de poetas: la Generación Beat. “Nuestro objetivo era salvar el planeta y alterar la conciencia humana. Eso llevará mucho tiempo, si llega a pasar”. Que lo intentaron, lo intentaron: nadie puede decir que no. ¿Sucedió? Quizás ese objetivo ambicioso, magnánimo, mesiánico no, pero sí algo cambió a partir de la interrupción de estos literatos rebeldes y renegados en la literatura.

Fue durante la década del cincuenta que pasó el vendaval, pero antes, cuando estuvo en la Universidad de Columbia, conoció a Lucien Carr, a Jack Kerouac, a William S. Burroughs, a John Clellon Holmes, a Neal Cassady. De ese intercambio, más tarde, años después, llegarían las obras: esos libros que se fueron apilando uno encima del otro, como una gran torre de delirio y belleza, de bronca y detalles, hasta formar una bibliografía fundamental.

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¿Y de qué escribió, cómo se definió, qué efectos produjo la Generación Beat? Wikipedia que “los elementos definitorios son el rechazo a los valores estadounidenses clásicos, el uso de drogas, una gran libertad sexual y el estudio de la filosofía oriental”, y que “dejó su principal influencia y legado en la posterior contracultura o movimiento hippie”. A continuación, algunos libros para acercarnos a la obra de Allen Ginsberg —hoy se cumplen 26 años de su muerte— y la Generación Beat.

Aullido, en español; Howl, en inglés. Es un poema pero también un libro. Ginsberg lo escribió en 1955 y lo publicó en 1956 en Aullido y otros poemas. Junto con En el camino de Jack Kerouac (1957) y El almuerzo desnudo de William S. Burroughs (1959), integra el podio de las obras más importantes de la Generación Beat. Originalmente fue escrito para ser leído en público, como una performance, pero Lawrence Ferlinghetti, editor de City Lights, lo convenció para que lo publique.

“Aullido” se volvió mito la misma noche en que lo recitó: el viernes 7 de octubre de 1955. Leyeron Philip Lamantia, Michael McClure, Gary Snyder y Philip Whalen. Jack Kerouac prefiere no hacerlo; estaba muy borracho. Ferlinghetti, que estuvo presente, que quedó fascinado como todos, le mandó una carta que hace referencia a la respuesta de Ralph Waldo Emerson a Hojas de hierba de Walt Whitman: “Te saludo al comienzo de una gran carrera. ¿Cuándo recibo el manuscrito?”

Pero las cosas, al principio, no salieron bien. Ferlinghetti fue acusado de difundir “literatura obscena”. Finalmente en 1957 se dictaminó que el libro no lo era. Con el correr de los años el poema que le da nombre se convirtió en un himno silencioso, en un canto triste y lleno de fuerza. Comienza así: “Vi las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura, hambrientas histéricas desnudas, arrastrándose por las calles de los negros al amanecer en busca de un colérico pinchazo…”

Con esa frase Ginserg tituló un libro que reúne varias de sus conferencias: Las mejores mentes de mi generación: historia literaria de la Generación Beat. La historia comienza en 1974, cuando se fundó el Naropa Institute, la primera universidad occidental de orientación budista. Su fundador fue Chögyam Trungpa, quien le pidió a Anne Waldman, John Cage, Diane di Prima y Ginsberg que abrieran en el instituto un departamento de poética.

En 77, Ginsberg comenzó a dar cursos sobre la Generación Beat. En la primera clase explica que se trata de un “término festivo, ‘subterráneo’, subcultural, un término muy usado en Times Square en los años cuarenta”, y que “tío, estoy beat” significaba “que uno está sin dinero ni sitio donde quedarse”. “Así pues, en el uso inicial callejero , significaba frito, agotado, en el culo del mundo, preocupado, a la búsqueda, sin dormir, pasmado, perceptivo, rechazado por la sociedad, solo, espabilado”.

En otra de sus clases dice: “¿Qué escribiríamos si estuviéramos en la Luna y supiéramos que nadie lo leerá nunca? El resultado sería sublime porque no habría ningún motivo para no decirlo todo. Ese es el método utilizado aquí”. Y luego cuenta cómo escribió el poema “Aullido”: “Me dije que podía escribir lo que sentía, lo cual fue un error afortunado, porque fue una forma de escapar de la convicción de que estaba escribiendo un poema”.

En 2017 la editorial Buenos Aires Poetry publicó Poesía Beat. Editado por los poetas argentinos Mariano Rolando Andrade y Juan Arabia, se trata de, más que un libro, un detallado corpus sobre todo ese movimiento: separado por las etapas de cada movimiento, muestra no sólo poemas de cuarenta escritores, también sus resumidas biografías. Ahí encontramos a Ginsberg, Kerouac, Ferlinghetti, todos los conocidos, pero también a personajes laterales como Elise Cowen.

En el prólogo, el contexto: la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Fría, Vietnam y la Guerra de Corea marcando una generación que encontró, mediante la poesía más visceral, y abocada a la experimentación desde los márgenes, una forma de plasmar lo real. “Nunca es fácil ser escritor, ¡y poeta menos todavía! Hacían todo tipo de actividades para sobrevivir pero había una dirección clara que era la poesía, la literatura”, contó Mariano Rolando Andrade en una entrevista con Infobae Cultura.

Cartas, de Allen Ginsberg y Jack Kerouac

La amistad entre Jack Kerouac y Allen Ginsberg es una de las más revisitadas dentro de la literatura. A pesar de cultivar estilos distintos, uno en la prosa principalmente y el otro en la poesía, se ayudaron mutuamente en sus carreras como en la vida, desde el inicio de su relación en el campus de la Universidad de Columbia, cuando ambos soñaban con la fama artística, hasta la prematura muerte de Kerouac en 1969, a los 47 años, tras una ardua lucha con el alcohol.

Según se supo, los dos autores mantuvieron a lo largo de todos esos años una asidua correspondencia que llenaba más hojas mientras más distanciados se hallaban. Ambos, junto a Burroughs (este último sin quererlo) formaron la gran punta de lanza de la Generación Beat. Sobre esa correspondencia, Anagrama publicó un libro. Lleva por título Cartas y se vuelve fundamental para entender los pormenores de su relación y del movimiento que crearon

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