COSTA RICA
Opinión | Rodrigo Chaves sigue los pasos de Trump
Ronny Rojas es periodista costarricense. Trabaja para Noticias Telemundo y es profesor en la Escuela de Periodismo del City University of New York (CUNY).
El aroma a Donald Trump en la Casa Presidencial de Costa Rica es difícil de disimular. Desde que el presidente Rodrigo Chaves llegó en mayo al poder en este pequeño país centroamericano, su carácter y estilo de gobernar han sido comparados con el del expresidente de Estados Unidos. Quizá la similitud más evidente es el enfrentamiento público de Chaves con la prensa costarricense, sobre todo con los medios que lo expusieron durante la campaña presidencial al revelar las acusaciones por hostigamiento sexual que Chaves enfrentó mientras trabajaba en el Banco Mundial, que le costaron ser rebajado de su puesto gerencial y un congelamiento del salario por tres años.
Antes de ganar la elección Chaves ya anunciaba que, igual que un “tsunami”, iba a destruir a dos de los principales medios del país: Canal 7 y el diario La Nación. En Costa Rica se dice que de las palabras a los hechos hay mucho trecho, pero ese no parece ser el caso de Chaves. Apenas un mes después de asumir la presidencia, su administración ordenó el cierre del Parque Viva, un centro de eventos del Grupo Nación, que le aporta ingresos importantes a la empresa periodística. Periodistas costarricenses ven en esta actitud un intento del presidente de saldar cuentas con los medios que mostraron sus fallos a la ciudadanía.
También ha llamado “ratas” a los medios y señala personalmente a los periodistas desde el podio en el que gasta más de una hora cada miércoles, en conferencias de prensa coloridas que se transmiten en vivo por internet, una práctica que evoca los pleitos en directo entre Trump y la prensa estadounidense en la Casa Blanca.
A los ticos les ha pedido con una sonrisa que no le crean a la prensa, que “no compren humo”, al asegurar que lo único que quieren los periodistas es causar confusión. Pero también asegura que su gobierno defenderá la libertad de prensa “a toda costa” y rechaza las críticas diciendo que en el país no hay ningún medio cerrado.
Rodrigo Chaves no quiere que los costarricenses le crean a la prensa y podría ser porque en las últimas semanas esta ha reportado cómo el Tribunal Supremo de Elecciones —una de las instituciones electorales más sólidas del continente— encontró indicios para presumir que la campaña del Partido Progreso Social Democrático (PPSD), que llevó a Chaves al poder, utilizó un “esquema oscuro de financiamiento”. En junio, el Tribunal envió un amplio informe al Ministerio Público, que está investigado el asunto, en el que detalla que la campaña habría recibido dinero de empresas, personas y hasta ciudadanos extranjeros sin reportar su origen y lejos del control público.
Costa Rica es una de las democracias más sólidas de América Latina y uno de los 10 países con la mayor libertad de prensa en el mundo. Sin embargo, las amenazas y el estilo confrontativo de Chaves ya han hecho que en el extranjero se vea al país en el mismo camino populista y con rumbo autoritario de otras naciones centroamericanas como Nicaragua —donde la sede del diario La Prensa fue tomada por el gobierno de Daniel Ortega y decenas de periodistas han tenido que exiliarse— o Guatemala, donde el fundador del diario elPeriódico, José Rubén Zamora, está arrestado desde julio acusado por lavado de dinero y otros cargos, después de que el medio señaló a la Fiscalía General por presuntamente aliarse con el presidente Alejandro Giammattei “para atacar a jueces y abogados involucrados en los casos anticorrupción”. Y ni qué decir de El Salvador, donde el presidente Nayib Bukele acusa sin pruebas a El Faro —uno de sus principales críticos— por lavado de dinero.
La prensa no es la única piedra que incomoda a Chaves. Una de sus primeras acciones como presidente fue firmar un decreto para eliminar la obligatoriedad de las vacunas contra COVID-19, contrario a las recomendaciones médicas, aunque luego se demostró que no tenía facultad para hacerlo.
Junto con su ministra de Salud, arremetió contra los científicos de la Comisión Nacional de Vacunación por negarse a quitar la orden de vacunar a niños, adolescentes, empleados públicos y privados, acusándolos de que “les gustan las cosas anómalas”. A principios de agosto, uno de esos especialistas, Hugo Marín Piva, fue excluido de la comisión. Marín acusó al gobierno de estar aliado con grupos antivacunas y presionar a la comisión para que acate sus órdenes sin “la debida fundamentación técnica”. Muy similar a cuando Trump amenazaba con destituir al experto Anthony Fauci.
El problema es que, aunque los periodistas peguen el grito al cielo, parece que a los costarricenses les gusta el estilo confrontativo de Chaves y lo acuerpan frente a la prensa crítica. Casi ocho de cada 10 ticos consideran que su labor ha sido “buena o muy buena”, una cifra récord, según una encuesta de la Universidad de Costa Rica, una de las que tiene mayor credibilidad. Al menos hasta julio, una mayoría apoyaba el estilo con el que Chaves ha manejado los medios de comunicación y lo consideraba un presidente firme y con liderazgo.
En este caso, podría ser que los efectos de la pandemia en la economía costarricense, que registró la tasa de desempleo más alta de Centroamérica en 2021 o los recientes escándalos de corrupción en la contratación de obras públicas, que llevaron al arresto de seis alcaldes, docenas de funcionarios y los dueños de las empresas constructoras más grandes del país, hartaron a los ticos y abonaron la tierra donde Chaves sembró su semilla. Esas fueron sus promesas de campaña: “Devolver la esperanza” a las personas sin empleo y a los emprendedores, y luchar contra la corrupción.
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La pregunta obvia es qué ocurrirá de ahora en adelante. La popularidad del presidente dependerá de lo que realmente pueda hacer para cumplir sus promesas. Su partido apenas alcanzó 10 escaños en el Congreso y, quiera o no, allí es donde se tramita cualquier cambio estructural, por lo que está a merced de lo que pueda negociar con la mayoría opositora. El costo de la vida y la economía son la mayor preocupación de la gente y, pese a una campaña política polarizadora, la ciudadanía sigue apoyando contundentemente el sistema democrático que sostiene al país.
Los especialistas creen que la alta popularidad de Chaves no es un “cheque en blanco” o un “mandato ciudadano” para que su gobierno irrespete las normas democráticas. Así como apoyan a su presidente, al menos por ahora, las y los ticos también creen que debe cumplir las leyes. Y aunque el espectáculo y el enfrentamiento con la prensa no acaba y le ha complicado las cosas a Chaves —el 2 de septiembre destituyó a su ministra de Comunicación sin dar razones, quien luego aseguró que los ataques a la prensa son una decisión personal del presidente y corresponden a “heridas abiertas” durante la campaña—, también le pueden generar una fiel base de seguidores. Pero es de esperarse que una escalada autoritaria de su parte no sería bienvenida en un país vanidoso, al que le gusta ser reconocido en el mundo como un rinconcito “pura vida”.