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COSTA RICA

La última mano de Seisdedos”, de Felipe Londoño, o la naturaleza adictiva de la muerte

El estreno como novelista del fotógrafo e ilustrador, quien ha trabajado con la Rolling Stone y Revista SoHo, es una novela negra de desarrollo veloz y apasionante, capaz de poner sobre la mesa temas como la soledad o la naturaleza adictiva del ser humano.

Hermenegildo es un asesino a sueldo venido a menos, un gitano alcohólico y vagabundo que transita por las calles de Madrid. Lleva una úlcera a cuestas y lo persiguen algunos fantasmas del pasado: los de algunas de sus víctimas. En teoría está retirado, pero termina aceptando la oferta de un esmeraldero colombiano para asesinar a Dominga, una mujer guajira. A partir de entonces la trama transcurre alrededor de la necesidad de Hermenegildo de terminar el trabajo lo más pronto posible. ¿La razón? su ética profesional le impide beber una sola gota de alcohol hasta que no haya finalizado su trabajo.

Así transcurre “La última mano de Seisdedos”, el debut como novelista de Felipe Londoño, publicado en Editorial Planeta. Concebida de una manera poco convencional, pues originalmente era el guión de un cortometraje y terminó trasladándose al plano literario; conserva muchos elementos de esa transición en el resultado final. La forma de describir a los personajes o las escenas donde se desarrolla cada situación son exhaustivas y detalladas. El autor busca que los detalles cobren vida propia en la memoria del lector de la manera más descarnada posible.

Felipe Londoño, en entrevista con Infobae Colombia, explicó que este cortometraje era “una historia de Caperucita y el lobo donde Caperucita era la mala y el lobo era el bueno”. Durante el casting le llevaron un gitano para que hiciera las veces de lobo, y eso disparó su imaginación para darle forma al personaje de Hermenegildo. El cortometraje se realizó como estaba pactado, pero la figura del gitano llevó propusieron hacer de esta idea una obra literaria, pero como la experiencia de Londoño provenía más de lo visual que de lo escrito, la planteó en forma de una escaleta que sirvió como punto de partida para pasarla al escrito. Tras dos procesos de reescritura, fue publicada por Planeta. Londoño habló sobre la importancia de su formación audiovisual al momento de concebir la novela:

“Es una novela muy visual. Mi educación y mi recorrido profesional y en las artes siempre ha sido visual. Soy fotógrafo, cinematógrafo, pinto, ilustro… Lo visual ha tenido un papel fundamental en mi vida, en mi obra y en mi trabajo. Por ende cuando estoy describiendo lo que pasa en la novela, realmente lo estoy viendo. Escribo como si estuviera describiendo una escena. Me interesa la luz, el ambiente, lo que tiene puesto, el color, todo aquello que puede ayudar a que el lector se encuentre ahí, que pueda hacerse una imagen real. O por lo menos que yo le aporte para que se haga una imagen propia de lo que está sucediendo ahí. Más que haberlo buscado, es la manera natural en la que se ha desarrollado la historia”.

En “La última mano de Seisdedos” se juega con lo cotidiano, lo absurdo y la acción. Por un lado, hay inevitables referencias a los filmes de Tarantino o Robert Rodríguez en lo gráfica y normalizada que se presenta la violencia desde la mirada del asesino, o novelistas que definieron la novela negra como Jim Thompson, con una obra llena de perdedores a los que la única moral que los rige es su propio beneficio. Hermenegildo representa el ocaso y la decadencia de aquel que antes era considerado insuperable pero que aún puede sumar capítulos gloriosos (al menos desde el punto de vista del asesino) a su trayectoria. Prueba de ello es que el primer capítulo se nos introduce a Hermenegildo urgido por entrar a un baño en Madrid producto de sus úlceras, mientras en el segundo se aprecia la capacidad de Hermenegildo como asesino. En ese sentido, Londoño apela a una intimidad y un grado de complicidad con el lector, que permite que lo cotidiano y lo grotesco o absurdo coexistan a partir de una narración en tercera persona que realza la crudeza del relato.

Por otra parte, es igualmente inevitable pensar en el punk como una referencia clave para entender “La última mano de Seisdedos” en términos de agilidad narrativa. Así como las canciones de los Ramones o los Sex Pistols duran en promedio dos o tres minutos, la historia de Hermenegildo se desarrolla en capítulos que rara vez superan las cuatro páginas. Esa relación se extiende, de acuerdo con Londoño, a “la manera brutal en que se dicen las cosas”.

Debido a la trama principal de Hermenegildo persiguiendo a Dominga para cumplir con el encargo del esmeraldero, es inevitable preguntarse dónde termina la ficción y donde comienza la realidad, dado el historial violento que arrastra Colombia durante décadas. Al preguntarle a Londoño al respecto y sobre la literatura relacionada con la violencia en el país, respondió:

“Yo abordo esa realidad colombiana en función de la historia, no en función de la realidad colombiana. Mi interés no es describir una realidad nacional ahí. No pretendo que sea una novela -ni lo es- sobre Colombia o la violencia colombiana. Si es propicia esa realidad, desafortunadamente. En Colombia lo que se escribe sobre esa realidad es mucho, ha sido tan terrible creo que no ha sido suficiente, pero al mismo tiempo a veces siento que es demasiado. La sociedad tiene una necesidad importante de hacer catarsis de manera natural. Está bien que se haga, y la literatura juega un papel fundamental en eso. Es mucho lo que se ha escrito y yo sé que ya estoy un poco cansado de leer y ver sobre ese tema. Pero eso somos y acá estamos. No pretendo que la novela partícipe de esa narrativa, sino que se desarrolle de un entorno que es para mi que es conocido y propio para contar algo tan violento”
“La última mano de Seis Dedos” es, en la suma de sus partes, un retrato de cómo la violencia es una adicción equiparable al licor que consume a Hermenegildo, y un dolor interno que aún así no alcanza para superar el que le generan las úlceras. Escrita con un detalle curiosamente comparable a su ritmo narrativo (frenético), constituye una visión donde hasta la excitación que genera la violencia está en decadencia.

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