ENTRETENIMIENTO
Costa Rica y Belice, los países que redujeron su deuda externa gracias a que cuidan su naturaleza
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El sistema financiero ha generado que, para muchos países, adaptarse al cambio climático sea una trampa. Las islas y pequeños países del caribe, por ejemplo, donde los huracanes deben reconstruirse casi cada año. Para hacerlo, además, necesitan plata que, si no tienen en sus bolsillos, les toca pedir prestada. Esto las arroja en un círculo vicioso de deudas que les hace imposible enfrentar un problema del que no son directamente responsables: los pequeños estados e islas son las más vulnerables al cambio climático, pero también están entre los países que menos emisiones de gases de efecto invernadero generan a nivel mundial.
Sobre cómo frenar este ciclo hay varias propuestas. Se ha hablado de emitir bonos por catástrofe similares a los que se dieron tras la pandemia de la covid-19 o de préstamos con cláusulas para huracanes. Sin embargo, un tema que se convirtió recurrente escuchar en las Cumbres de Cambio Climático, como la que terminó en noviembre de este año, y sobre la que han hablado varios presidentes de América Latina, es el canje de deuda por acción climática. En otras palabras, lograr que un país u organización al que se le debe plata, la cancele o la reduzca a cambio de que el país deudor use ese monto para financiar proyectos de adaptación y mitigación al calentamiento global.
Pero como señala Juan José Guzman Ayala, economista y consultor en finanzas, este tipo de transacciones no son nuevas, solo que anteriormente no se hacían por acción climática, sino por conservación. “El Fondo Acción de Colombia, que existe desde hace más de 20 años, obtuvo sus recursos de un canje de deuda”, señala. Y además del actual presidente Gustavo petro quién ha aprovechado varias ocasiones para hablar de este tipo de intercambios, el expresidente Iván Duque también lo había mencionado durante la Cumbre de las Américas convocada por Biden, recuerda. Así han funcionado algunos canjes de deuda por conservación en Latinoamérica y el Caribe.
En Belice, un país ubicado en el extremo noreste de Centroamérica, confluyen varios impactos del cambio climático: los huracanes, la erosión y el aumento del nivel del mar son solo algunos. De hecho, según entre 167 países Belice es el octavo con más riesgo ante el cambio climático. Durante la pandemia del coronavirus, comenta además Julie Robinson, directora del programa en Belice de TNC, la economía del país, basado en turismo, se derrumbó. Belice no podía pagar sus deudas y, aún menos, pedir nuevas para hacer a su país más resistente a los próximos eventos climáticos.
Lo que se hizo, entonces, fue que TNC ayudó a renegociar la deuda externa de Belice, de 556 millones de dólares y que representaba un cuarto de su deuda total, acordando que se pagarían 55 centavos por cada dólar que se debía. “Se trataba de una obligación que se había creado hace más de 12 años y que Belice nunca fue capaz de pagar. De hecho, fue reestructurada tres veces”, comenta Robinson. TNC pagó el porcentaje de la plata acordada gracias a un crédito con el banco Credit Suisse, pero, a cambio, Belice debe ir poniendo alrededor de los 180 millones de dólares que se ahorró con la reestructuración de la deuda en una bolsa destinada a la conservación de mares y corales.
A ojos de Robinson, el acuerdo, firmado en noviembre de 2021, ha sido exitoso. “De los ocho hitos acordados, en solo un año Belice ya ha cumplido tres: la expansión de las áreas marinas protegidas, la protección de tierras públicas y lanzamiento del Plan Espacial Marino”.
Patricia Marín, parte del Sistema Nacional de Áreas de Conservación Costa Rica, se ha convertido en una especie de memoria viva de los canjes por naturaleza que se han realizado entre Estados Unidos y el país centroamericano. El primero, recuerda, se firmó en 2007 y funcionó de la siguiente manera. Costa Rica tenía una deuda de 26 millones de dólares con la Agencia Internacional de Cooperación de Estados Unidos (Usaid) que fue comprada por el Departamento del Tesoro de ese mismo país. “Los norteamericanos tenían una política llamada Tropical Forest Conservation ACT, para la preservación de bosques, que, entre otras cosas, le permitía estructurar ciertas deudas con ese fin”, comenta.
Una vez la deuda de Costa Rica dejó de ser con Usaid y pasó a manos del Departamento del Tesoro de Estados Unidos, este último le permitió a Costa Rica que, en vez de pagarle, pusiera la plata en una bolsa destinada únicamente a proyectos de conservación en zonas de influencia de las áreas protegidas. Además, las organizaciones ambientales The Nature Conservancy (TNC) y Conservación Internacional donaron más recursos para fortalecer los recursos de la bolsa. Con el fin de que la plata no se agotará rápidamente y durara por 99 años, un porcentaje de ese dinero entró a un bolsillo para rendirlo e invertirlo, así los proyectos pueden seguir financiándose a largo plazo.
El segundo canje funcionó exactamente igual, solo que la suma fue de 27 millones de dólares, se firmó durante el 2010 y los proyectos han sido destinados a áreas protegidas. “El monto que se otorga a los proyectos, anualmente y en total sumado entre todos, puede oscilar entre 500.000 y un millón de dólares anual”, agrega Pia Paaby, gerente de conservación terrestre de Costa Rica por Siempre, organización que actualmente asigna estos recursos a otras ONGs, una gran mayoría locales. “Esto ha permitido que, en Costa Rica y a través de estos canjes, pensemos en la conectividad de ecosistemas y no en áreas apartes”, cuenta. “En que no sean proyectos con fecha de vencimiento, sino en proteger a largo plazo, a futuro”.
Patricia Marín, parte del Sistema Nacional de Áreas de Conservación Costa Rica, se ha convertido en una especie de memoria viva de los canjes por naturaleza que se han realizado entre Estados Unidos y el país centroamericano. El primero, recuerda, se firmó en 2007 y funcionó de la siguiente manera. Costa Rica tenía una deuda de 26 millones de dólares con la Agencia Internacional de Cooperación de Estados Unidos (Usaid) que fue comprada por el Departamento del Tesoro de ese mismo país. “Los norteamericanos tenían una política llamada Tropical Forest Conservation ACT, para la preservación de bosques, que, entre otras cosas, le permitía estructurar ciertas deudas con ese fin”, comenta.
Una vez la deuda de Costa Rica dejó de ser con Usaid y pasó a manos del Departamento del Tesoro de Estados Unidos, este último le permitió a Costa Rica que, en vez de pagarle, pusiera la plata en una bolsa destinada únicamente a proyectos de conservación en zonas de influencia de las áreas protegidas. Además, las organizaciones ambientales The Nature Conservancy (TNC) y Conservación Internacional donaron más recursos para fortalecer los recursos de la bolsa. Con el fin de que la plata no se agotará rápidamente y durara por 99 años, un porcentaje de ese dinero entró a un bolsillo para rendirlo e invertirlo, así los proyectos pueden seguir financiándose a largo plazo.
El segundo canje funcionó exactamente igual, solo que la suma fue de 27 millones de dólares, se firmó durante el 2010 y los proyectos han sido destinados a áreas protegidas. “El monto que se otorga a los proyectos, anualmente y en total sumado entre todos, puede oscilar entre 500.000 y un millón de dólares anual”, agrega Pia Paaby, gerente de conservación terrestre de Costa Rica por Siempre, organización que actualmente asigna estos recursos a otras ONGs, una gran mayoría locales. “Esto ha permitido que, en Costa Rica y a través de estos canjes, pensemos en la conectividad de ecosistemas y no en áreas apartes”, cuenta. “En que no sean proyectos con fecha de vencimiento, sino en proteger a largo plazo, a futuro”.